martes, junio 12, 2007

un bohemio en villa crespo

ATLANTA Y LA CULTURA
Leopoldo Marechal (1900-1970)

Fue uno de los mejores escritores argentinos y vivió gran parte de su vida en Villa Crespo, caminaba por Tres Arroyos, Gurruchaga y llegaba al Café Izmir, ahí charlaba con sus amigos, quizás los mismos que aparecen en "Adán Buenosayres".
Un símbolo del barrio el cual merece este humilde homenaje.

POR ANIBAL GARISTO (corbohe@hotmail.com)

" El personaje se llama Megafón porque se trata
en verdad de un muchacho de mi barrio, Villa Crespo, perteneciente
al Boxing Club, que dirigía los matches de box del club del barrio
con un gran, enorme Megafón"
" Megafón o la guerra"

Su vida:
El 11 de junio de 1900 nace en Buenos Aires, en la calle Humahuaca 464, Leopoldo Marechal. Es hijo de una familia cristiana, es bautizado el 23 de febrero en la Parroquia de Nuestra Señora de Balvanera.

En 1907 Comienza su educación en una escuela particular de franceses. En 1913 Finaliza la escuela primaria y solicita autorización para iniciar los estudios secundarios. Mientras tanto, busca un trabajo. Por propia decisión ingresa como obrero a una fábrica, de la que es rápidamente despedido por haber incitado al personal a pedir mejoras saláriales. El permiso para estudiar le es negado y, junto a su hermana Hortensia, se dedica a cultivar lechugas francesas y cebollas, en el huerto familiar. Lee intensamente a Salgari, entre otros autores. En 1921 Comienza a trabajar como maestro en la escuela de la calle Trelles 948, el 29 de abril, en el turno mañana de 8 a 11,30 hs. y mantiene el puesto de bibliotecario.

En 1922 Publica su primer libro de poemas LOS AGUILUCHOS que en su madurez lo considera un producto de su prehistoria literaria. Lo edita Manuel Gleizer. Traba amistad con Horacio Schiavo, José Bonomi, José Fioravanti y otros. En1925 Publica en Martín Fierro poemas, crónicas, reseñas, críticas y ensayos. Anhela viajar a Europa, su madre y hermanos le ayudan a ahorrar para cumplir su cometido. En 1930 Comienza a escribir su novela ADÁN BUENOSAYRES. Su familia y amigos le anuncian la obtención del Primer Premio Municipal de Poesía, que festeja alegremente en París. Al llegar el verano europeo viaja a SANARY SUR MER, compartiendo alegrías con los artistas plásticos argentinos mencionados anteriormente. Viaja a Italia y, durante un mes, en Florencia, busca las huellas de Dante Alighieri.

En 1931 Regresa a Buenos Aires, retoma la docencia y conoce a María Zoraida Barreiro, joven profesora en letras, que lo entrevista por una tarea literaria que debe realizar y lo acepta como novio. Juntos concurren a misa todos los domingos.
El 8 de enero de 1934, en Nuestra Señora de los Buenos Aires, se casa con María Zoraida Barreiro. Celebran familiarmente el casamiento y el cumpleaños de su esposa.Ambos conforman una pareja alegre, viven en México 3306. Realizan frecuentes reuniones, a las que concurren los familiares de ambos, pintores, poetas y demas intelectuales amigos del matrimonio Marechal. Años más tarde nacen sus hijas María de los Ángeles y María Magdalena (Malena). El 8 de junio de 1946, fallece su esposa dejando dos hijas pequeñas. Su madre y hermanos le ofrecen cuidarlas, dada su corta edad, hasta que él organizara su vida. Leopoldo invita a su hermano menor Alberto a compartir su departamento, situación que permite que las nenas tengan un dormitorio en la casa de su madre Lorenza.
El 30 de agosto de 1948, en honor a Santa Rosa de Lima, ve la luz su novela fundacional ADÁN BUENOSAYRES, en la que había cifrado grandes esperanzas. En 1950 Decide convivir con Elvia Rosbaco, en el mismo departamento, que fuera su hogar familiar. Su madre y hermanos le sugieren lleve a sus hijas nuevamente consigo, ya que tiene una compañera y las niñas lo extrañan profundamente. Pese a ello, Juana Elvia Rosbaco, con su consentimiento, hace los trámites para enviar a las pequeñas al interior de la provincia de Bs As, pupilas, en un colegio religioso, e instruye a la Madre Superiora que no debe permitir reciban regalos ni correspondencia de sus tíos, primos ni abuela paterna. Esta situación provoca un distanciamiento con su madre y hermanos. En 1953, su única sobrina, Elsa Ardissono, va a visitarlo y a pedirle que vuelva a visitar a su madre, Lorenza Beloqui, a la que se le ha diagnosticado una enfermedad terminal. El 24 de marzo fallece, siendo María de los Ángeles testigo de las últimas palabras de su abuela que fueron para preocuparse por Leopoldo, en ese momento fuera de Buenos Aires.
En 1954 Hacia fines de años, intensifica su vida de aislamiento.
En 1965 Es editada su segunda novela EL BANQUETE DE SEVERO ARCANGELO por la que recibe el Premio FORTI GLORI.
En1966 Se conocen: HEPTAMERON, ANTIGONA VELEZ, LAS TRES CARAS DE VENUS, CUADERNO DE NAVEGACION, AUTOPSIA DE CRESO, EL POEMA DE ROBOT y una nueva antología de sus poemas que edita Eudeba, bajo el título POEMAS DE MARECHAL
En 1967 Viaja a Cuba invitado por la Casa de las Américas para formar parte del jurado del certamen anual de literatura. Junto a Julio Cortazar, José Lezama Lima, Juan Marsé y Mario Monteforte Toledo eligen en forma unánime la novela Los hombres de a caballo de David Viñas.
En noviembre se estrena, en el Teatro Presidente Alvear, LA BATALLA DE JOSE LUNA bajo la inteligente dirección de Jorge Petraglia, quien, entre otras obras que le facilitó Marechal, elige la mencionada.
En 1970 En enero viaja a Punta del Este. El 26 de junio, víctima de un síncope, muere en el mismo departamento de Rivadavia al 2300 donde años antes falleciera su esposa María Zoraida. Está en imprenta su tercera novela MEGAFON O LA GUERRA que ve la luz un mes después. Deja una decena de obras de teatro inéditas: El arquitecto del honor, El superhombre, Alijerandro, Mayo el seducido, Muerte y epitafio de Belona, Don Alas o la virtud, Un destino para Salomé, La parca, Estudio en Cíclope, El Mesías y se sabe que estaba trabajando en una cuarta novela EL EMPRESARIO DEL CAOS.
A mas de 30 años de su muerte, sus hijas María de los Ángeles y Malena, únicas custodias de su obra, ya que al morir Marechal era viudo, siguen intentando recobrar sus pertenencias que quedaron en el domicilio de la calle Rivadavia al 2300: libros, cartas, premios, fotos y los manuscritos -éditos e inéditos- para publicarlos, permitir el acceso a los estudiosos de la obra e incorporarlos a la Fundación Leopoldo Marechal que han creado en 1991.

El Café Izmir:
Este café mágico, estaba ubicado, justo a mitad de cuadra de la calle Gurruchaga, entre la Avenida Corrientes y Camargo. En el centro del barrio de Villa Crespo. Actualmente se encuentra cerrado, pero últimamente el café estaba iluminado en la parte delantera y oscuro en el fondo. Apenas entrabas, estaba la barra a la derecha y las mesas a la izquierda, siempre estaba la misma gente. Y nunca había mas de dos mesas ocupadas. Los dos clientes de siempre, se sentaban en una mesa contra la ventana que daba a la calle. El mozo, un viejo petiso de pelo blanco con un delantal azul, compartía siempre la mesa con los clientes.
Era un café mágico, porque transmitía algo distinto el cual no se explica con palabras. No me pasaba solo a mi, sino que le sucedía lo mismo a un montón de gente conocida que pasaba por la puerta del café.
Era un símbolo del barrio, un recuerdo de historia viva.
Recordaba la población de Villa Crespo ya que desde sus inicios como barrio se conformo de inmigrantes, Turcos, Judios y Armenios.

El café Izmir aparece en la novela de "Adán Buenosayres". Así lo describe en su novela. "En Gurruchaga, entre Corrientes y Camargo, Adán encuentra el café Izmir, un recinto sobresaturado de anises y tabacos fuertes".
En ese mismo café, trabajaba el discípulo heterodoxo de Samuel Tesler. Kerbikian el armenio, lavacopas del café Izmir.
En el documental sobre Marechal, Maria de los Ángeles Marechal, explica cual era el trayecto diario que hacia Leopoldo Marechal. " La caminata que hacía Adán de ida y de vuelta, al igual que mi padre Leopoldo Marechal, era por la calle Tres Arroyos, seguía por Gurruchaga. Pasaba por la casa del poeta, por la Iglesia, la curtiembre y terminaba en el café Izmir."
Leopoldo Marechal al igual que Adán Buenosayres, concurría al café Izmir. Leopoldo se pasaba horas dentro del café, charlando y filosofando con sus amigos.

Prologo de Adán Buenos Aires

Prólogo Indispensable

En cierta mañana de octubre de 192., casi al mediodía, seis hombres nos internábamos en el cementerio de Oeste, llevando a pulso un ataúd de modesta factura (cuatro tablitas frágiles) cuya levedad era tanta, que nos parecía llevar en su interior, no la vencida carne de un hombre muerto, sino la materia sutil de un poema concluido. El astrólogo Schultze y yo empuñábamos las manijas de la cabecera, Franky Amundsen y Del Solar habían tomado las de los pies: al frente avanzaba Luis Pereda, fortachón y bamboleante como un jabalí ciego; detrás iba Samuel Tesler, exhibiendo un gran rosario de cuentas negras que manoseaba con ostentosa devoción. La primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca de la muerte. Y no había lágrimas en nuestros ojos ni pesadumbre alguna en nuestros corazones; porque dentro de aquel ataúd sencillo (cuatro tablitas frágiles) nos parecía llevar no la pesada carne de un hombre muerto, sino la materia leve de un poema concluido. Llegamos a la fosa recién abierta: el ataúd fue bajado hasta el fondo. Redoblaron primero sobre la caja los terrones amigos, y a continuación las paladas brutales de los sepultureros. Arrodillado sobre la tierra gorda, Samuel Tesler oró un instante con orgullosos impudor, mientras que los enterradores aseguraban en la cabecera de la tumba una cruz de metal en cuyo negro corazón de hojalata se leía lo siguiente:

ADAN BUENOSAYRES
R.I.P.

Luego regresamos todos a la Ciudad de la Yegua Tobiana. Consagré los días que siguieron a la lectura de los dos manuscritos que Adán Buenosayres me había confiado en la hora de su muerte, a saber: el Cuaderno de Tapas Azules y el Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia. Aquellos dos trabajos me parecieron tan fuera de lo común, que resolví darlos a la estampa, en la seguridad de que se abrirían un camino de honor en nuestra literatura. Pero advertí más tarde que aquellas páginas curiosas no lograrían del público una intelección cabal, si no las acompañaba un retrato de su autor y protagonista. Me di entonces a planear una semblanza de Adán Buenosayres: a la idea originaria de ofrecer un retrato inmóvil sucedió la de presentar a mi amigo en función de vida; y cuanto más evocaba yo su extraordinario carácter, las figuras de sus compañeros de gesta, y sobre todo las acciones memorables de que fui testigo en aquellos días, tanto más se agrandaban ante mis ojos las posibilidades novelescas del asunto. Mi plan se concretó al fin en cinco libros, donde presentaría yo a mi Adán Buenosayres desde su despertar metafísico en el número 303 de la calle Monte Egmont, hasta la medianoche del siguiente día, en que ángeles y demonios pelearon por su alma en Villa Crespo, frente a la iglesia de San Bernardo, ante la figura inmóvil del Cristo de la Mano Rota. Luego transcribiría yo el Cuaderno de Tapas Azules y Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia, como sexto y séptimo libros de mi relato.

Las primeras páginas de esta obra fueron escritas en París, en el invierno de 1930. Una honda crisis espiritual me sustrajo después, no sólo a los afanes de la literatura, sino a todo linaje de acción. Afortunadamente, y muy a tiempo, advertí yo que no estaba llamado al difícil camino de los perfectos. Entonces, para humillar el orgullo de algunas ambiciones que confieso haber sustentado, retomé la páginas de mi Adán Buenosayres y las proseguí bien que desganadamente y con el ánimo de quien cumple un gesto penitencial. Y como la penotencia trae a veces frutos inesperados, volví a cobrar por mi obra un interés que se mantuvo hasta el fin, pese a las contrariedades y desgracias que demoraron su ejecución.
La publico ahora, vacilando aún entre mis temores y mis esperanzas. Antes de acabar este prólogo, debo advertir a mi lector que todos los recursos novelescos de la obra, por extraños tal vez que les resulten a algunos, se ordenan rigurosamente a la presentación de un Adán Buenosayres exacto, y no a vanidosos intentos de originalidad literaria. Por otra parte, fácil ha de serle comprobar que, tanto en la cuerda poética como en la humorística, he seguido fielmente la tónica de Adán Buenosayres en su Cuaderno y en su Viaje. Y una observación final: podría suceder que alguno de mis lectores identificara a ciertos personajes de la obra, o se reconociera él mismo en alguno de ellos. En tal caso, no afirmaré yo hipócritamente que se trata de un parecido casual, sino que afrontaré las consecuencias: bien sé yo que, sea cual fuere la posición que ocupan en el Infierno de Schultze o los gestos que cumplen en mis cinco libros, todos los personajes de este relato levantan una "estatura heroica"; y no ignoro que, si algunos visten el traje de lo ridículo, lo hacen graciosamente y sin deshonor, en virtud de aquel "humorismo angélico" (así lo llamó Adán Buenosayres) gracias al cual también la sátira puede ser una forma de la caridad, si se dirije a los humanos con la sonrisa que tal vez los ángeles esbozan ante la locura de los hombres.

L.M.

www.sentimientobohemio.com.ar

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